viernes, 23 de marzo de 2012
La luz no muere

La luz puede resplandecer
La luz puede arder
La luz puede cambiar
La luz puede crecer
La luz puede absorber
La luz puede dirigir
La luz puede dividir La luz puede guiar
La luz puede viajar La luz puede recopilar
La Luz puede confundir La luz puede agruparse
La luz puede cantar La luz puede abrazar
La luz puede transformar La luz puede morir
LA Luz.. no muere, se apaga, se oculta, se oscurece, dejando a su paso por la tierra el blanco de las chirimoyas, el amarillo de la cúrcuma, el marrón de las castañas, el morado de los higos, el gris de los gatos persas o el negro de las rayas de las cebras, mientras, en el cielo parpadea el azul cobalto del desierto, el amarillo del ambar, el verde de las hojas del limonero, el morado de la amatista, el blanco de las calas y el negro del onix. Cuando reaparece, del brazo del tiempo, la luz estrena colores del arco de iris, resplandece, arde, absorbe, dirije y divide, guía y viaja, recopila y se confunde, se agrupa, canta, abraza, y se despide..., en cualquier lugar y a cualquier hora, para surgir siempre transformada.
domingo, 27 de febrero de 2011
El regalo de mi ALOE

Pero si supiese que Tony (ya no le hace falta el apellido) interrumpía su estancia en el cielo para rodar otra escena cerca de mi casa, dejaría de ver la triste realidad que nos traen las ondas y me pondría súbitamente mis zapatos de tacón para reencontrarme con él y perdirle el autógrafo que nunca me firmó, porque tal y como están las cosas, un autógrafo procedente del cielo puede servir como intercambio económico o como material calorífico. A veces, suceden cosas que iluminan la noche y oscurecen el cielo de día.
martes, 21 de septiembre de 2010
Tiempo de Estío

¿Y si Dios fuera el espacio, sin duda marchara despacio, y fuera distinto, lo que distingue…? Mirarse, verse, observarse en lo distinto, es percibir el reflejo divino del ser. Y así, cada UNO se distingue de OTRO. ¿Qué espacio puede haber en lo infinito…? Desde lo distinto a lo distinguido se cumple la virtud de cada ser. Y en el espacio, desde el espacio -sin que exista- se promociona la distinción… de la vida. Despacio. Sin prisa para vivirla. Ámen. (Dr.J.L.Padilla)
sábado, 29 de mayo de 2010
El Fuego
Aquella tarde paseando, me llamó la atención un escaparate cuyo cristal estaba tapizado con tiras que anunciaban unas rebajas muy anticipadas. Era el mismo comercio donde unos días antes, había presenciado el cortejo entre un chico, que tragaba fuego y hacía malabares junto a la puerta de entrada, y la cajera de la tienda, qué sin abandonar su puesto, compartía miradas hacia el artísta y su arte. En cuestión de minutos, el aire pasó a ser vapor tropical, el cielo se esfumó anulado por un abigarrado grupo de nubes grisáceas. Al caer las primeras gotas desaparecieron las formas de la calle y por último, hicieron su aparicion sonora y visual truenos y relámpagos. Buscando refugio accedí al interior de la tienda en la que apoyado, discretamente, en el marco de la entrada, estaba él, un poco triste o algo cansado, o tal vez, fuese por la inesperada sorpresa de aquella pausa que obligaba a ponerle fin a su forma de ganarse la vida y la sonrisas. A partir de ese momento, desvié mi curiosidad por las rebajas y dediqué mi atención al asunto romático que intuía. Algo algo había cambiado desde la anterior pausa en la que él, sonriendo más allá del límite de sus orejas, dejaba caer su cuerpo hacia el interior de la tienda y haciendo una especie de reverencia oriental, susurraba un abanico de horas posibles para poder quedar con ella a la hora del cierre. Su vestuario era el mismo, mallas negras, camiseta de rayas anchas, la inseparable vara malabar, el pañuelo de color granate, la bolsa negra, abierta, apoyada en la pared. Que había pasado, se habría apagado la pasión al mismo tiempo que su fuego, o tal vez, se debiese a que ella nunca hubiese aceptado su ofrecimiento, o suponiendo lo contrario, algo que no llegué a presenciar, no se hubiese decidido a compartir las llamas que emanaban de su corazón. De repente, vi que en las paredes de la tienda habían pegado carteles en los que se podía leer "Liquidación Total por Cierre". Eso significaba cierre de la tienda igual a dependienta al paro .... ¿Que sería de aquel artista del fuego sin la chica con la que compartía sus pausas? El sol reapareció, la luz penetró en la tienda, y una sonrisa radiante surgió por el marco de la puerta, se miraron y ella también, sonrió. Salí a la calle convencida de que solo el amor puede triunfar por encima de los obstáculos, sea una tormenta o las crisis financieras. Más o menos, lo dice un bolero... "Cuando el milagro realiza el prodigio de amarse hay campanas de fiestas..." que iluminan, con o sin fuego, el corazón.
sábado, 24 de abril de 2010
Como un principe...


En este día primaveral, acompañado del silencio animado por los cantos de los pájaros, y de una música lejana que alegra alguna fiesta infantil, Pompof yace en la tierra junto a una gran encina y tres fresnos. La cabeza hacia el norte, cubierto por una alfombra de verdes hierbas, de pequeñas flores amarillas, moradas y azules, de algunas setas y ramas caidas, donde las ardillas, comen tranquilas cuando pasas a su lado. Ha sido su último paseo al campo, y el sitio, de haberlo conocido antes, le hubiese hecho muy feliz, con tanta hierba para olisquear o probar, caminando agazapado, abriendo la cortina verde de una casi selva virgen, desconocida, asomando, en algún momento, su carita entre las ramas, comprobando si seguía acompañado, o parándose cuando el viento agitaba las hojas y el sonido era como el de una ola, o cuando los pájaros saltaban de una rama a otra.... El, desde el cielo, y yo, desde la tierra, hemos encontrado, en este adios, un lugar que ha sido nuestro mutuo regalo. Pero volveré Pompof, a leer, a pasear, a dejarme llevar por el cielo, las nubes, el viento, los pájaros, para ver como te ha ido con la encina y sus vecinos los fresnos.
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Las mujeres que amaban a los gatos
viernes, 23 de abril de 2010
El día que Pompof ascendió...como Cervantes.
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Las mujeres que amaban a los gatos
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