Aquel hombre era un horno que volaba, en el tiempo yang parecía rojo y según avanzaba el día, su color se tornaba más oscuro, más yin, siempre y cuando, no mostrase su fuego interno.Su intensa luz interior en esas noche negras, le daba un aspecto eternamente yang, más o menos como le ocurre a la luna. Si te fijas en ella, su luz abarca un inmenso trozo del espacio celeste que llega a iluminar la noche plena, cuando el yin está en su apogeo. El hombre horno, al apagarse desaparecía del campo de visión, pero mientras permanecía encendido... era un lujo de farola junto a la luna y a las tintineantes luces de las estrellas, dando vueltas arrojaba fuego por su ojos-agujeros, y todos los que teniamos la suerte de asistir al extraño espectáculo, perdiamos un poco la noción de un montón de cosas... de la hora que era, de que si sería verano o quiza había llegado el otoño y aquello que volaba por encima de nuestras cabezas, tal vez fuese una hoja de tonos dorados, incluso alguien llegó a pensar que era un ovni, normal. Este hombre, no tenía una vida humana, pero tampoco lo pretendía, lo suyo era el fuego y dar vueltas por el cielo sobre la tierra. A veces, descendía a visitar a su hacedor, este le daba unos retoques y lo remontaba hasta el lugar preciso de la atmósfera, porque el horno por si mismo, no disponía de un mecanismo para subir hasta esas alturas, debía ser izado por algún elemento mecánico, pero una vez instalado en su lugar de la nada, del espacio, cargado de combustible leñoso, retomaba gracilmente su vuelo. Así era la vida de este hombre horno. Su inédita estampa nos convertía a todos en unos absortos mirones de cuello flexionado, algunos estupefactos mantenían la boca abierta, sin emitir ningún sonido, otros, reian o gritaban o decían tonterías que, naturalmente, el horno no entendía, y así, hasta que unos se iban a dormir y otros, se quedaban a festejar el buen ambiente que genera la luz del fuego.
Algún día, la tortuga despistada tal vez contará más cosas sobre otros artefactos, tales como los árboles-hornos, los pulpos-hornos, los hornos-gaseosos, siempre y cuando, su hacedor permita la difusión de estos inventos tan locos. Creo que este horno, actualmente interactúa con hortalizas, hierbas y demás plantas del campo, las ilumina en la noche, y por el día, cuando amanece, aporta el calor que brota por los poros de sus hojas. El horno y el hombre, dan vueltas en un aire que se ubica entre el universo y el planeta llamado tierra.