En este día primaveral, acompañado del silencio animado por los cantos de los pájaros, y de una música lejana que alegra alguna fiesta infantil, Pompof yace en la tierra junto a una gran encina y tres fresnos. La cabeza hacia el norte, cubierto por una alfombra de verdes hierbas, de pequeñas flores amarillas, moradas y azules, de algunas setas y ramas caidas, donde las ardillas, comen tranquilas cuando pasas a su lado. Ha sido su último paseo al campo, y el sitio, de haberlo conocido antes, le hubiese hecho muy feliz, con tanta hierba para olisquear o probar, caminando agazapado, abriendo la cortina verde de una casi selva virgen, desconocida, asomando, en algún momento, su carita entre las ramas, comprobando si seguía acompañado, o parándose cuando el viento agitaba las hojas y el sonido era como el de una ola, o cuando los pájaros saltaban de una rama a otra.... El, desde el cielo, y yo, desde la tierra, hemos encontrado, en este adios, un lugar que ha sido nuestro mutuo regalo. Pero volveré Pompof, a leer, a pasear, a dejarme llevar por el cielo, las nubes, el viento, los pájaros, para ver como te ha ido con la encina y sus vecinos los fresnos.
sábado, 24 de abril de 2010
viernes, 23 de abril de 2010
El día que Pompof ascendió...como Cervantes.
El espiritu de Pompof se ha ido al Universo. De él todavía queda un cuerpecillo muy bello que recibirá sepultura mañana. En mi, queda de él un pedazo de vida compartida, 17 años de ronroneos, miradas, caricias, paseos por la casa y ultimamente, por la escaleras, que se convirtieron en su jardín favorito y su lugar de relación con los vecinos. Fue un maravilloso compañero de viajes, ya fuese por las montañas, playas, parques o lagunas. Sabía que estabamos de viaje o de paseo, y le bastaba. Recuerdo sus miradas, con sus sus ojillos amarillos relucientes y entornados, como copiloto o desde los refugios que le prepaba para que se encontrá protegido, como buen felino, cuando los espacios en los que nos parabamos eran muy abiertos. Además, fue un catador excelente de jamones, yogures y hierbas, le gustaba también, el chorizo picante y en sus últimos días, se animó a probar otras proteínas. Le encantaba descubrir y observar todo lo que ocurría a su alrededor, estuviese donde estuviese, balcones, coche, tren, la bolsa negra en la que iba colgado de mi hombro. Todo esto y más, ha sido su vida y la mía. Y esta madrugada, nos despedimos, respiraba lentamente, estaba tranquilo, y creí, que dormía... su preciosos ojos amarillos, su carita pequeñita plena de paz, de amor... que es lo me aportó en toda su existencia, AMOR, desde aquel día que llegó a quedarse junto a mi. Adios Pompi. Estás flotando en el aire, subes y subes y ya habrás descubierto otras cosas. Desde la pequeña Tierra, tu hija Sabina y yo nos acordaremos siempre de ti. No nos olvides. Te queremos. Alicia te ha traído tulipanes rosas, seguro que te gustan, como te gustaron las hojas de los ginkos o la cola de caballo, tu favorita. Hasta siempre gato querido.
Etiquetas:
Las mujeres que amaban a los gatos
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